El ingeniero Antonio Garau ha estado décadas en la sala de máquinas del
sistema familiar en red de Baleares SA
El ingeniero
Antonio Garau Mulet ha estado en la sala de máquinas del sistema familiar de
Baleares SA. Ha sido un tapado aunque goza del privilegio de tener (en vida)
calles en homenaje, a su nombre. Garau (Inca, 1928) organizó su régimen;
controló absolutamente, durante décadas, los deslindes, obras, concesiones y
negocios en la costa de las Baleares. A él se debe casi todo lo que se ve junto al mar, lo
que se ha alzado.
Su poder
nació en la dictadura de Franco y la transición con Suárez, y siguió con el
socialista González. Se atribuye la armadura de la ley de Costas. Es
prepotente, hábil pero desorganizado y de verbo atrabiliario, para tres
personas que le tratan. Informó y otorgó la explotación de los yacimientos
de oro sobre la arena y primera línea. Hizo paseos y decidió sobre la
explotación de playas. Pautó 1.000 kilómetros de Baleares con mojones. Fijó lo
privado y el dominio público, zonas marítimo-terrestres, de protección y
servidumbres.
El mar acaba
tierra adentro, donde alcanzaron las olas en los mayores temporales. La tierra
queda recortada y una franja desierta guarda la memoria de la sal de marejadas
equinocciales. Una muralla del horror, consentida, de miles de obras, besa el
agua, corta el paso, impide vistas y se apropia del común.
Garau fue
jefe de Costas de 1964 a 1991. Lo removió el exalcalde de Palma del PSOE, Ramon
Aguiló, al ser delegado provincial de Obras Públicas. Aguiló en Diario de
Mallorca lamenta hoy la “decidida, consentida e impulsada” gran destrucción
de la costa por el Estado con sus “singulares virreyes coléricos”.
Nada se movió
en calas, muelles, piscinas, embarcaderos, terrazas, chiringuitos, casetas y
boyas que le fuera ajeno al ingeniero. Los deslindes en la playa de Muro facilitaron los
últimos hoteles en un sistema dunar, un arenal virgen, en la Albufera. Un
lacónico atentado. Sin cargo, se hizo director de Servicios Técnicos Jurídicos
Europeos, el “mejor consulting” de costas y cooperó con Josep Melià I.
Se asoció, en minoría, con el político Juan Verger, en la marina del puerto de
Palma con el concesionario Juan Antonio Riutord, una amistad y negocios rotos,
a la brava.
Es un litigante al frente de una saga. Polemista en Última
Hora, pleiteó y ganó por una carta al director de otro diario donde se le
acusó de actos fuera de ley. Debutó en la historia penal al reclamar ante un
juez el pago de un soborno a un empresario, una dádiva vitalicia anual de
30.000 euros. El exhotelero y excontrabandista Jaime Moll le retribuyó por asesorías.
Moll logró explotaciones playeras y mostró registros con la participación en su
compañía de la esposa de Garau, un 2,5%. Durante 23 años, el negociante pagó
una mordida al ingeniero. La fiscalía reclamó (en vano) cinco años de cárcel
por cohecho, pero el delito caducó. Garau no cobrará más y debe retornar la
dádiva.
Se estrenó en el Instituto Nacional de Industria, pasó
por Gesa, Butano, una promotora y proyectó embalses. Organizó el paseo y el
comercio en la arena de la playa de Palma, una concesión de 15 balnearios hasta
2023 que casi fue eterna. Coleccionó arte y lo puso en el mercado con
amistades. Obsequió dibujos de Rivera Bagur como presidente del Fomento de
Turismo (1972-79) y lanzó el Musical Mallorca. Logró, con su amigo editor Pedro
Serra, que Joan Miró hiciera el cartel El sol de Mallorca. En 2011 se
subastó en Londres, por 475.101, euros un miró de 1976, regalo del
artista a la hija de Garau, Catalina.
El todopoderoso reformó y habitó la vivienda del faro
de l’Avançada, en la Fortalesa de Pollença. Anfitrión de altos cargos, el
director general de Costas Fernando Palao (1982-91) fue su protector. El
aparato del PSOE tardó una década en derribar a Garau, quien para cobrar el
cohecho a Moll fichó de abogado al diputado socialista Antonio Diéguez.
Presidente
del Círculo de Bellas Artes —que pugnó con el Ayuntamiento Palma—, lideró la
ONG de marginados Es Refugi de Jaume Santandreu y su presencia provocó la
fractura de la cúpula. Investigado y desimputado en el caso Andratx, por
sus solares de cala Llamp, Antonio Garau, ante el mar de Illetes, es del clan
de amistades de la corrupta presa Maria Antònia Munar. Las calles a mayor
gloria del jefe de Costas están en cala Bona, s’Estanyol y can Picafort,
territorios de poder y negocio a la mallorquina.
ESTO ES LO QUE ,HAN PERMITIDO,
AQUELLOS QUE DEBEN PROTEGER , VIGILAR Y MANTENER LA COSTA. ESTO SUCEDE TAMBIEN
EN CANARIAS. Y TODOS CALLAN.