En la dictadura franquista se dañó considerablemente la costa española
debido a los tejemanejes de aduladores del sombrío régimen que, esquilmando el
territorio, edificaron verdaderas barbaridades que condujeron a los ministros
tecnócratas del Opus Dei, institución fundada por José María Escrivá de
Balaguer (la santidad-exprés del aragonés no se había producido aún), a
redactar, en 1969, una ley que pusiera un poco de orden en aquellos públicos
disparates cometidos al arrimo de toda actividad que se moviera alrededor de El
Pardo.
Bien, así las cosas, estos ministros sacaron a la luz sorprendentes medidas
en la citada Ley de Costas. Entre otras, la ganancia de terrenos a la mar, la
desecación de las marismas y la autorización en propiedad de determinadas zonas
del litoral público. Casi todo el mundo está de acuerdo en que ciertas leyes,
por las repercusiones que puedan tener en un futuro cercano o lejano, deberían
ser consultadas y discutidas en un amplio debate que implique a toda la
sociedad. No hay mejor fórmula para llegar a un consenso. ¿Qué hicieron los
políticos de entonces? Contribuir a que el paisaje español sufriera una
importante y nefasta transformación.
¿Por qué la Demarcación de Costas de Tenerife nos tiene tanto afecto? ¿Cómo
es posible que en 2015 todavía dependamos de unos señores godos con corbata,
residentes en Madrid y, en este caso, portadores de una cinta métrica oxidada?
Los políticos canarios no han dado un paso al frente para crear la Ley de
Costas Canaria gestionada por canarios, conocedores de su litoral. En los
últimos días, ha surgido de nuevo el caso del hotel Médano, pero esta vez se
han pasado. Quieren demoler, también, todas las viviendas y negocios que se
refugian al socaire del edificio hasta el muelle. Además de los poblados conocidos,
pretenden, igualmente, desbaratar ¡157! viviendas ubicadas en Tachero, Igueste
de San Andrés y Almáciga, asentadas antes de 1988 (nueva ley), con lo que la
zona de servidumbre marítima costera quedaba, en principio, reducida a 20
metros. Pero los señores con corbata y cinta métrica oxidada continúan midiendo
desde Madrid y, con la anuencia local, rebrotan los caprichosos 100 metros a
pesar de los argumentos contundentes presentados por el alcalde, José Manuel
Bermúdez, que demuestran que esos núcleos urbanos tienen acceso por carretera,
disponen de saneamiento, luz eléctrica y suministro de agua con anterioridad a
la nueva ley citada. Estas medidas extraisleñas no se corresponden con las
efectuadas en las costas peninsulares, Baleares y más concretamente en
Formentera. Al contrario, el Ministerio de Medio Ambiente no ha hecho otra cosa
que silenciar, desde la moqueta, las realidades históricas de nuestro
Archipiélago, promoviendo conflictos que destruyen propiedades de casas y
pequeños establecimientos turísticos familiares, dejando con el culo al aire a
sus legítimos propietarios.
La última pirueta de Costas gira en torno al baile de los mojones del
Mamotreto y a los errores que no han sido aclarados ante una petición
municipal. Sintonizamos con el prestigioso arquitecto-urbanista José Ángel
Domínguez Anadón, quien se pregunta: "¿Puede el responsable máximo de
Costas, testigo en el juicio y como tal conocedor de la gravedad de las
consecuencias, no dar explicaciones transparentes? ¿Puede, simplemente, no
dimitir? Cuando la ética del funcionario cede ante la consideración única de
salvar su pellejo, la función pública se degrada". Es decir, agénciense
una nueva cinta métrica y cambien de procedimientos y afectos hacia Canarias.
Europa ya ha llamado la atención a España por vulnerar directivas y leyes
europeas, evidenciando una indudable inseguridad jurídica. No se tienen en
cuenta las especificidades de estas Islas. Si entran en juego las Baleares,
entonces se terminan los perjuicios, los estropicios y las damnificaciones.
Aquí sí circula la cordialidad gubernamental.
http://eldia.es/criterios/2015-04-01/8-Afecto-Costas-Canarias.htm