Esa igual de jeroglífica como caprichosa ley de costas, va poniendo el güevo de forma aleatoria y arbitraria por todo el litoral español. Y sus responsables ejecutores, verdugos empecinados, rayanos a la demencia febril y obsesiva, lo mismo te planchan un sueño que te fríen una esperanza. Juramentados para la aplicación de una ley injusta y demasiado cuestionable, van dejando “cadáveres exquisitos” y desolación humana, allá donde hincan el colmillo provistos de sanguinarios papelajos carentes mesura, equidad o una mínima coherencia social.
Y mira por donde, se da el curioso y extraño des-equilibrio, que enrasa a los más débiles en la misma palangana de ablución de su existencia. O desmantelación de sus viviendas, como gusta definir estos irresponsables al derribo de esos hogares, humildes e indefensos, frente a esa implacable apisonadora llamada ‘Ley de costas’…demenciales.
Por la misma inercia abusona, los expedientes de ‘desmantelación’ incoados hasta la fecha, corresponden a meras familias humildes, sin la tranquilidad frente al aparato burrocrático de tener los riñones a bien forrados por una jartá de millones de vellón, y todo lo que eso impedimenta la labor ejecutora y ejecutiva. Es en esa parcela de indefensión tan clamorosa, sin capacidad económica de maniobra frente a una cuadrilla de ‘pezucos’ cebados con los más indefensos, donde se aplica con todo el rigor-mortis una ley que adolece de muchos males endémicos al sistema, claramente obstruido y distanciado de la realidad.
En mi pueblo, hablando en romance paladino, a eso se llama hacer las cosas por bemoles. Poner los mojones (Marítimos) contra los más desprotegidos, los 49 vecinos de Puntas de Calnegre, por ejemplo, mientras se salvaguarda el traje (O el cargo político) y se nada en las truculentas aguas de aquellos que controlan el poder y sus narices.
Demasiados intereses ‘a la limón’. Demasiadas preguntas por contestar. Demasiados encuentros y desencuentros entre colegas o no tan colegas de partido, y repartido. ¿Revanchas o puros negocios? Nunca se sabrá con certeza la realidad oculta tras el ‘desmantelamiento’ de una población costera. Lo que siempre llevaremos como lastre de vergüenza institucional, es el dolor causado a miles de familias de nuestro litoral, que se están viendo en la puñetera calle. Y aún se han de ver, si no cambian los criterios o la jodida ley, con una mano delante y otra detrás para proteger sus pudorosas partes, no vaya a ser que esta indecencia formalizada en cortes no haya quedado satisfecha...
Incluso, en altos foros políticos, incluido el parlamento europeo, hay responsables del gobierno español, la defensora del pueblo, que no pueden sostener las críticas de sus colegas continentales y terminan por reconocer que esta ley de costas es una injusta barbarie, para la mayoría de los casos donde se aplica. Incluso, el gran número de desestimaciones judiciales de expedientes ya ‘cocinados’, viene la refrendar y sentar jurisprudencia -de ser prudentes, eh-, en contra de dicha norma. Incluso, siendo un poco suspicaces, y por aquello del agravio comparativo, podríamos darnos un garbeo por nuestras costas y ver con toda claridad donde se encarniza dicha ley, y donde claudican, o hacen la vista demasiado grossa sus ejecutores, a la hora de aplicarla. Porque es mucho más suave judicialmente destruir los hogares de esas pobres familias sin un puto céntimo, que afrontar un vía crucis de demandas, sentencias y apelaciones desde los gabinetes estelares de esas intocables corporaciones urbanísticas que todos conocemos. Eso creo, no estoy muy seguro, pero parece tener todas las trazas de ser tal y como lo describo. O ¿no?...
Y mira por donde, se da el curioso y extraño des-equilibrio, que enrasa a los más débiles en la misma palangana de ablución de su existencia. O desmantelación de sus viviendas, como gusta definir estos irresponsables al derribo de esos hogares, humildes e indefensos, frente a esa implacable apisonadora llamada ‘Ley de costas’…demenciales.
Por la misma inercia abusona, los expedientes de ‘desmantelación’ incoados hasta la fecha, corresponden a meras familias humildes, sin la tranquilidad frente al aparato burrocrático de tener los riñones a bien forrados por una jartá de millones de vellón, y todo lo que eso impedimenta la labor ejecutora y ejecutiva. Es en esa parcela de indefensión tan clamorosa, sin capacidad económica de maniobra frente a una cuadrilla de ‘pezucos’ cebados con los más indefensos, donde se aplica con todo el rigor-mortis una ley que adolece de muchos males endémicos al sistema, claramente obstruido y distanciado de la realidad.
En mi pueblo, hablando en romance paladino, a eso se llama hacer las cosas por bemoles. Poner los mojones (Marítimos) contra los más desprotegidos, los 49 vecinos de Puntas de Calnegre, por ejemplo, mientras se salvaguarda el traje (O el cargo político) y se nada en las truculentas aguas de aquellos que controlan el poder y sus narices.
Demasiados intereses ‘a la limón’. Demasiadas preguntas por contestar. Demasiados encuentros y desencuentros entre colegas o no tan colegas de partido, y repartido. ¿Revanchas o puros negocios? Nunca se sabrá con certeza la realidad oculta tras el ‘desmantelamiento’ de una población costera. Lo que siempre llevaremos como lastre de vergüenza institucional, es el dolor causado a miles de familias de nuestro litoral, que se están viendo en la puñetera calle. Y aún se han de ver, si no cambian los criterios o la jodida ley, con una mano delante y otra detrás para proteger sus pudorosas partes, no vaya a ser que esta indecencia formalizada en cortes no haya quedado satisfecha...
Incluso, en altos foros políticos, incluido el parlamento europeo, hay responsables del gobierno español, la defensora del pueblo, que no pueden sostener las críticas de sus colegas continentales y terminan por reconocer que esta ley de costas es una injusta barbarie, para la mayoría de los casos donde se aplica. Incluso, el gran número de desestimaciones judiciales de expedientes ya ‘cocinados’, viene la refrendar y sentar jurisprudencia -de ser prudentes, eh-, en contra de dicha norma. Incluso, siendo un poco suspicaces, y por aquello del agravio comparativo, podríamos darnos un garbeo por nuestras costas y ver con toda claridad donde se encarniza dicha ley, y donde claudican, o hacen la vista demasiado grossa sus ejecutores, a la hora de aplicarla. Porque es mucho más suave judicialmente destruir los hogares de esas pobres familias sin un puto céntimo, que afrontar un vía crucis de demandas, sentencias y apelaciones desde los gabinetes estelares de esas intocables corporaciones urbanísticas que todos conocemos. Eso creo, no estoy muy seguro, pero parece tener todas las trazas de ser tal y como lo describo. O ¿no?...
No hay comentarios:
Publicar un comentario