Los vecinos que vieron, hace ahora dos años, cómo las palas derribaban sus
casas siguen luchando para "hacer justicia"
Las casas blancas salpicadas por el salitre han pasado a ser callaos donde
rompen las olas. Los recuerdos de los vecinos, escombros que todavía quedan
apoyados en alguna pared que resiste. El paseo entre la ropa tendida y el olor
a pescado es ahora una senda de madera con mirador incluido. Y el barrio donde
los cafés se compartían con la puerta abierta, una rincón donde disfrutar del
sol y el mar.
Cho Vito ya es historia. El próximo día 16 se cumplen dos años del último
desalojo en el poblado marinero, 24 meses que han convertido al lugar que un
día fue refugio de 30 familias en una playa más para los ciudadanos. El poblado
marinero ya es pasado. Ahora, su sitio lo ocupa un paseo litoral que algunos
aprovechan para broncearse, pero donde otros solo ven una tierra por la que aún
quieren luchar.
Cho Vito ya no sale en los telediarios. El poblado, demolido por la Dirección General de Costas debido a que las casas invadían el dominio público y en aplicación de la Ley de Costas, ha quedado en el olvido. Dos años se cumplen de los días en que fue protagonista a nivel nacional, de la lucha de unos vecinos para los que les tiraran sus casas, de una historia de sentencias y denuncias.
Cho Vito ya no sale en los telediarios. El poblado, demolido por la Dirección General de Costas debido a que las casas invadían el dominio público y en aplicación de la Ley de Costas, ha quedado en el olvido. Dos años se cumplen de los días en que fue protagonista a nivel nacional, de la lucha de unos vecinos para los que les tiraran sus casas, de una historia de sentencias y denuncias.
Poco queda de todo aquello. Ahora, en este pequeño núcleo de Las
Caletillas, nada parece recordar lo que allí se vivió. En lugar de un barrio,
hay una playa. En vez de pescadores, lo frecuentan turistas e iguesteros en
busca de un chapuzón. Tomás González, uno de los vecinos desalojados, asegura
que "es una imagen desgarradora para nosotros". "Aquí crecieron
nuestros hijos y aquí hemos pasado toda nuestra vida", confiesa
melancólico sobre los callaos.
Para algunos, la visita con la opinión de tenerife a Cho Vito era apenas la
segunda ocasión en que volvían a ver el que fue su hogar. "Todo esto no ha
servido para nada, solo para echarnos de aquí", critica Eva González, otra
de las desalojadas, echando una mirada de añoranza hacia la playa. Y es que
para los que poblaban Cho Vito, la construcción de un paseo litoral en los
propios callados donde residían solo era una excusa para quitarles sus
viviendas. "El sendero ya existía antes entre las casas y era mucho más
accesible que el que se ha construido ahora", apunta González.
Lo cierto es que las obras que la Dirección de Costas ha realizado en el
barrio pesquero incluyen la limpieza del litoral, el ensanche del camino
marítimo –que ahora incluye también un mirador– y la ampliación de la zona de
baño, un espacio que ya disfrutan algunos vecinos pero que para los que
resistieron en Cho Vito no justifica su dolor. Tampoco los fondos que emplearon
en su construcción. "Se destinó más de un millón de euros para adecuar
esta zona y aún hoy, dos años después, se pueden ver escombros y carteles de
peligro por desprendimiento", señalan los vecinos.
Gracias al proyecto de rehabilitación de la costa de Candelaria se
construyeron 225 metros de paseo peatonal con una superficie pavimentada de 1.647
metros cuadrados, un trayecto que incluye escaleras, mobiliario urbano y
ajardinamiento. Sin embargo, los antiguos residentes de este poblado aseguran
que en este nuevo sendero litoral no se realizan las tareas de
acondicionamiento ni mantenimiento que se prometieron. "Los tubos están
sucios, hay hierros oxidados y aún puede verse alguna pared por ahí",
explica Antonio Luis, otro de los afectados.
Porque para los vecinos, la vida a Cho Vito no se la dan un par de metros
más de playa, ni algo más de espacio para tostarse al sol. Lo de dar alegría al
barrio era cosa de ellos. "Siempre teníamos nuestras puertas abiertas para
todo el mundo y hasta hemos salvado la vida de más de un turista", apunta
González con ganas aún de pelear por aquello que las palas convirtieron aquel
fatídico 16 de noviembre en recuerdos. "Éramos como una familia
grande", añade con nostalgia.
Y es que Cho Vito se ha transformado pero también la vida de quienes
crecieron entre sus piedras. "Antes éramos una comunidad. Todos nos
ayudábamos y ahora ni conocemos a nuestros vecinos", revela González. Las
familias afectadas por la demolición del poblado pesquero residen ahora en unas
viviendas sociales que el Ayuntamiento de Candelaria les facilitó durante dos
años. Nada que ver con lo de antes. "Estábamos acostumbrados a otra forma
de vivir y ahora te conviertes en un extraño en tu propia Isla", añade el
iguestero.
Las historias personales de cada uno de ellos aún siguen clavadas allí,
entre los riscos y el mar. Algunos visitan el lugar para reflexionar y para
rememorar, pero también para seguir luchando. "Nuestra posición es seguir
peleando. La justicia es lenta pero creemos en ella y al final dará claridad
sobre todo este proceso", asegura González. Porque de momento, el futuro
de este lugar todavía está en el aire. La Unión Europea no ha dicho su última
palabra y los afectados se agarran a este resquicio de esperanza. "Se
apuraron al máximo, vulneraron los derechos de los ciudadanos y nos sacaron de
aquí a la fuerza", explican los exmoradores de las viviendas de Cho Vito.
El futuro no está claro pero el presente sigue siendo duro, porque,
expulsados de unas casas que invadían el dominio público y fueron declaradas
ilegales, los vecinos aseguran que aún siguen pagando facturas y hasta la hipoteca.
"Ayer mismo me pasaron el pago del agua: 108 euros. ¿Dónde está entonces
la ilegalidad", se pregunta González. Tampoco tienen asegurado su hogar.
"Esperamos por la construcción de una parcela, justo encima del poblado,
que el Ayuntamiento se comprometió a cedernos pero en el que ahora no quiere
invertir", confiesa el expropietario.
No buscan una indemnización, solo el reconocimiento de lo que consideran
una "injusticia". "El dolor y la tensión que hemos pasado no se
puede cuantificar", resalta González. "Y hasta día de hoy no hemos
visto una sentencia en firme donde se avale el derribo de nuestras casas",
añade el que fuera residente del poblado marinero.
Ya no hay barrio pescador en Cho Vito. Ahora hay un amplio lugar de
esparcimiento sin los obstáculos blancos de cemento que hace dos años se
llenaron de frases reivindicativas y sucumbieron a las palas. Ahora, en lugar
de viviendas de autoconstrucción que se alongan peligrosamente al mar hay una
playa donde tumbarse al sol, caminar por la orilla y mirar al horizonte.
http://www.laopinion.es/tenerife/2014/11/03/cho-vito-ecos-demolicion/572936.html
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