Los vecinos aseguran que "ninguna pala" entrará en el pueblo para derribar sus casas. Esperan que se modifique la aplicación retroactiva de la Ley de Costas
GORETTI ALONSO
Los vecinos del barrio costero de Igueste de San Andrés aseguran que nunca dejarán entrar en su pueblo a ninguna pala que pretenda tirar sus viviendas. La aplicación de la Ley de Costas amenaza con eliminar parte de sus viviendas, las que están a menos de 20 metros del mar. Sin embargo, anuncian que lucharán "unidos hasta el final" para evitarlo. Igueste está a diez minutos de San Andrés y a escasa media hora del centro de Santa Cruz. No existe un buen servicio de transporte público y no hay mucha cobertura de telefonía móvil. Sin embargo, "vivir en este pueblo es un lujo". Así lo aseguran la mayoría de sus vecinos, unas personas que llevan ya meses amenazados por la aplicación de la Ley de Costas. Desde la Asociación de Vecinos Príncipe Haineto quieren proteger el pueblo "cueste lo que cueste". Su secretario, Samuel Suárez, asegura que "con la paz que se respira en la zona" es normal que sus vecinos deseen vivir en Igueste para siempre. Este portavoz vecinal tiene 24 años. Aunque muchos de sus amigos se extrañan, siempre afirma que seguirá en Igueste durante el resto de su vida, porque se siente "muy a gusto en su pueblo", un pueblo que "tiene condición de urbano desde mucho antes de 1988, año en el que se aprobó la normativa" de Costas, explica. "Aquí está mi familia, porque todo Igueste es una gran familia; no vendrá nadie a echarnos, porque antes nos tiraremos sobre las palas que quieran tirar nuestras casas", afirma Samuel mientras confirma que solo existe una entrada para poder acceder a Igueste y "por ella tendrá que pasar cualquier excavadora" que trate de llegar. Al caminar por el pueblo los vecinos se saludan, "un espíritu que se conserva ya en pocos sitios". Todos se conocen y se dan cuenta cuando alguien que no es de allí llega hasta Igueste. "Aquí siempre tratamos lo mejor que podemos a los turistas que nos visitan, para que vuelvan siempre", comenta orgulloso Samuel Suárez. Esther Cruz es una de las vecinas más afectadas por la aplicación con carácter retroactivo de la Ley de Costas. Su casa, en la que se crió junto a sus abuelos, está a escasos metros del agua. Ni siquiera existen 20 metros de separación, que es lo mínimo que exige la normativa. "Estoy muy asustada. A veces incluso me despierto y pienso que pueden venir con las palas", asume esta vecina nacida en Igueste. Esther no tiene otra vivienda donde residir. Esta casa es lo único que tiene. No está en contra de la Ley de Costas, pero le gusta su pueblo "tal y como está". Sin embargo no entiende por qué a estas alturas de su vida, "cuando nunca hemos molestado a nadie, ahora quieren echarnos de nuestra casa", declara. Esther asegura que su vivienda cuenta con más de 150 años desde que empezara a construirla su tatarabuelo. Con el paso de los años, cada miembro de su familia, de generación en generación, ha ido ampliándola según las necesidades que tuvieran hasta convertirla en la casa que es hoy. "Aquí nunca ha venido el mar y se la ha llevado, siempre ha estado en pie y no hay ningún peligro; nosotros no echamos nada en el agua ni contaminamos la playa, así que nunca entenderé la razón por la que quieren tirar esta casa", manifiesta. La mayor esperanza que tiene esta iguestera es que su pueblo "continúe unido como hasta ahora, porque aquí todos nos conocemos y somos familiares los unos de los otros", explica. "Nunca van a tirar nuestras casas porque las palas nunca entrarán en el pueblo; si vienen, nos pondremos todos delante para evitar que se acerquen", advierte también Esther. La vivienda de Ángela Cruz es de su propiedad hace ya más de 30 años. No la heredó de ningún familiar como otros de sus vecinos. Cuando la adquirió "era una casita vieja, de tejas, que necesitó muchas reformas", explica. En este caso, el inmueble está dentro del límite que la Ley de Costas ha calculado. Sin embargo, a menos de 100 metros del agua no podrá construir ni ampliar su casa, aunque no corre peligro de ser derribada. Ángela ve "muy mal" la aplicación de esta ley. No quiere que hasta su pueblo llegue cualquier persona a construir, pero necesita que le respeten lo que es suyo. "No sé otro sitio donde vivir, porque esta casa es lo único que tengo", añade con tristeza. "Con los años que tengo espero que el resto de vecinos me apoye, porque yo sola no sé si podré evitar que me echen", señaló Ángela. Cementerio "Existe constancia de que el proyecto para la construcción de un cementerio en Igueste data de 1896", apunta Samuel Suárez. El terreno fue cedido por un vecino del pueblo. Antes de levantarlo, las personas que fallecían eran enterradas en San Andrés. Miguel Torres acude cada viernes sin falta hasta este camposanto. Se pone de acuerdo con sus familiares para que todas las semanas sus antepasados tengan flores nuevas. De hecho, cada una de las tumbas presenta flores recién cortadas. Todos los vecinos acceden hasta él gracias a la llave que tiene la última vecina del pueblo. La casa más próxima al cementerio surte al resto, sin importar la hora a la que se acceda o el día de la semana. De hecho, además de ser el único cementerio de Canarias al que todavía se accede andando porque no tiene carretera por la que puedan circular los coches, también es de las pocas instalaciones de estas características que tiene alumbrado. "Aquí vienen los vecinos también de noche, cuando pueden", explica Miguel Torres, "cuando lo normal en el resto de los cementerios es que siempre se vaya a ellos de día". http://www.laopinion.es/tenerife/2011/04/04/igueste-lucha-final/337893.html
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