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Desde que se aprobó la ley de Costas en 1988, se nos ha bombardeado con innumerables
consignas tipo “el dominio público es de todos” “el litoral es un ecosistema
muuuuy sensible que hay que cuidar” “el interés general debe prevalecer por
encima de lo privado” “hay que recuperar el dominio público para disfrute de
todos los ciudadanos”.
Falsas consignas que han calado en el subconsciente de muchos españoles,
vivan o no en la costa, y que han servido para condenar sin juicio ni defensa
a miles de pequeños propietarios y poblados tradicionales de pescadores.
Lo más triste e indignante de todo es que han sido las principales
asociaciones ecologistas, las universidades, los excelsos catedráticos,
juristas de postín, conferenciantes varios y avispados ventajistas, los que
se han encargado, mediante suculentas prebendas, de apoyar una política
encaminada a lucrarse unos pocos a costa de la ruina de modestos ciudadanos
indefensos ante la inmensa maquinaria del poder y del dinero.
¿Cuál era realmente el fin de la ley de Costas? dejarla libre de lugareños y
gente no merecedora de semejante lujo y futuro prometedor. No se podían pagar
las expropiaciones por las ingentes cantidades que se barajaron [sic] y,
total ¿para que se tiene el poder de hacer las leyes? Pues se hace una que
llame muy finamente “ladrones de lo público” “okupas ilegales” o “sin papeles
ni autorizaciones” a quienes por derecho les corresponde cada grano de arena
porque lo han ganado con el sudor de su frente desde tiempos de los guanches;
porque convivieron armónicamente y sin especulaciones con el medio ambiente y
porque, además, estaban allí mucho antes que la ley de Costas.
A ninguno de cuantos defienden tan apasionadamente la ley de Costas se les ha
visto denunciar ni protestar por otro “bombardeo” que, sin contar ni con Dios
ni con el diablo, es decir, con ninguna otra administración competente en la
costa, en explosivos o en Minas, deciden que el Hotel Bahía Real haga lo que
indica su nombre, la real gana, con aquello tan sensiiiible que es de todos.
Y no es sólo que se lo quede para negociar con él, sino que puede modelarlo a
su imagen y semejanza. Un chiringuito por aquí, unos pantalanes por allá, y
como las rocas no sirven de mucho, llamo al dinamitero y que las quiten de
enmedio. Faltan las palmeras de plástico y las tumbonas tipo Bali, pero todo
se andará.
¿Tendrá que ver algo que allí se hospedó Cristina Narbona? ¿Será que pegar
zambombazos a diestro y siniestro es el nuevo desarrollo sostenible y aún no
nos hemos enterado el resto de los mortales? Mucho me temo, después de leer
el informe de la Comisión Europea sobre la corrupción en España, que es algo
más que “un nuevo modelo de desarrollo sostenible”.
Para destruir el litoral al estilo Enola Gay y que no pase nada, es necesario
tener muy buenas agarraderas, muy buenos amigos, que le protejan a uno, porque
los demás, para pintar una fachada, cambiar una ventana o poner una bombilla
en el farolillo de la entrada, es decir, para simplemente vivir con la
dignidad que se merece el ser humano y que su hogar no parezca una chabola,
para eso hay que esconderse, levantarse de madrugada y poner a toda la
familia a vigilar de que no aparezca el policía de Costas y nos pille brocha
en mano, porque se nos caerá el pelo y la cartera. Así, como un malhechor
cualquiera, enemigo de la naturaleza y culpable del calentamiento global,
aparecerá en el BOP y, encima, dándose por contento de que no venga Tragsa
con su bulldozer pidiendo paso a bocados.
Nunca podré olvidar la expresión de sorpresa y las palabras de Margrete
Auken, del Partido Verde, cuando vino a Madrid en comisión de investigación a
causa de la Ley de Costas y después del manido discurso de los ecologistas
allí presentes, los de siempre claro, relatando lo nefasto de la nueva ley y
lo buena, bueniiiisima que era la LC de 1988, les espetó:
- ¿Pero no son ustedes los mismos que llevan años haciendo informes anuales
de “destrucción a toda costa” y poniendo “banderas negras” a media España
costera por lo mal que está el litoral desde hace lustros? Pues no entiendo
nada. ¿Cómo se puede defender una ley que ustedes mismos denuncian que no ha
servido para proteger nada y que se ha demostrado está confiscando y
derribando pequeños poblados y viviendas? ¡¡Es que no entiendo nada!!
Pues no me extraña. No hay explicación posible para estos bombardeos a la
carta, rellenos milagrosos en zonas de nueva construcción, espigones
estratégico en playas de hoteles y urbanizaciones de pudientes, mamotretos
literalmente metidos en el mar, destructores machaqueos de callaos
milenarios… y todo hecho bajo el mandato de una nefasta ley de Costas que
SOLO se hizo para despojar de sus propiedades e inocuo estilo de vida a unos
isleños que ya defendían y protegían el medio ambiente sin necesidad de
subvenciones, informes, ni leyes de costas, mucho antes de que apareciera
ninguna ONG ambiental ni sesudos catedráticos reconvertidos por mor de
suculentos encargos.
Con sus humildes poblados y viviendas a la orilla del mar, son los que
realmente están salvando la costa e impidiendo la especulación salvaje de
hoteles como el Bahía Real de Corralejo. ¿Será por eso que se han convertido
en ilegales y todos claman su derribo?
Párense un momento y piénsenlo.
Carmen del Amo,
(*) Presidenta de la Asociación Europea de Perjudicados por la ley de Costas
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